jueves, mayo 08, 2008

MAESTRO MAYOR DE OBRAS


El domingo en La Bombonera se jugó una nueva final entre Boca y River. Mucho se había hablado en la semana de la necesidad de ganar, no sólo por lo que significa esta clase de partidos sino además por los resultados comprometedores que habían obtenidos días antes por la Copa Libertadores. Sin embargo, el post partido fue de Sebastián Battaglia, que con su actuación dejó atrás toda la previa de cuestionamientos al árbitro Gustavo Bassi, si debía o no jugar Ariel Ortega y si volvía o no Morel Rodríguez.

Es cierto que el desarrollo del partido fue aburrido y que ninguno de los dos equipos generó situaciones de gol claras. Es verdad que el local tuvo tres o cuatro jugadas para marcar, pero no de esas que uno dice: “no te podés comer ese gol, y menos contra River”. Sin embargo el festejo xeneize fue imponente: los jugadores siguieron con los festejos en el vestuario durante casi dos horas y los hinchas no querían irse del estadio.

Como cualquier otro superclásico, más allá del contexto, no se puede especular demasiado con el resultado o el desarrollo porque es una final y como toda final se juega el todo por el todo. Aquí podría decirse que estuvo la falla del “Cholo” Simeone, quien incluyó a Danilo Gerlo y Matías Abelairas, por Paulo Ferrari y Sebastián Abreu para ganar en juego aéreo defensivo y tener un hombre de buena pegada en la cancha. Lo que olvidó fue que los partidos se ganan con goles, y que el uruguayo y el rosarino, estuvieron presentes en la mayoría de los encuentros anteriores. Casualidad o causalidad, da igual, el delantero es un goleador alto y Ferrari tiene la llegada que no tiene el ex Quilmes, que dicho sea de paso, siempre que juega tiene tiempo de pelearse con alguien. Recuérdenle que esto es fútbol.

Deslucido en cuanto a goles, tampoco apareció la magia habitual de Román Riquelme o las locuras de Martín Palermo a la hora de ayudar en la marca, pero siempre aparece alguien que es figura y esta vez le tocó a Battaglia.

Como viene sucediendo hace ya varias fechas, me animo a decir que desde principio de año, volvió a “descoserla”. Desde que se fue Ever Banega, Ischia le dio la confianza para que sea el cinco de Boca y hasta el momento no defraudó, al contrario. Muy ordenado en la marca y dando equilibrio a un mediocampo ofensivo producto de las constantes idas de Jesús Dátolo y Pablo Ledesma al área rival, se convirtió minuto a minuto en la máxima figura del partido y sin discusiones posibles. Tan sólo catorce minutos necesitó para desahogarse y marcar la diferencia con el resto de los jugadores: tras un tiro de esquina de Riquelme se elevó como si fuera Palermo y la cruzó al segundo palo. Con un grito desaforado tomándose la camiseta, ojos llorosos de la alegría y arrodillado frente a toda la platea local, festejó un gol soñado: “Lo soñó mi mamá. Sí, me dijo que iba a hacer un gol. Y bueno, debe ser un poco bruja, je. Fue para ella”, declaró luego del partido el volante central de Boca. El gol le vino como anillo al dedo, porque pese a haber sido amonestado minutos más tarde, se calzó el equipo al hombro, recuperó hasta finalizado el partido y ordenó continuamente todo el equipo.

Este no fue su único gol al conjunto millonario, fue el cuarto. El primero lo hizo en el verano del 2000, luego marcó el primero oficial cuando de cabeza puso el 2-0 en cancha de River por el Apertura 2003, y este año hizo el primero de la victoria 2-0 en Mar del Plata. Además dejó su huella en varios partidos internacionales: en la última semifinal de la Copa libertadores ante Cúcuta, la final de la Recopa contra Once Caldas y en aquel recordado partido en la neblina contra Olimpia de Paraguay en Asunción.

Por algo es ídolo del club y, con 14 títulos, se encuentra a sólo dos de alcanzar a Guillermo Barros Schelotto en lo más alto de la tabla.

León come Gallinas... Battaglia fue figura y puso de cabeza al Cholo

SANTIAGO GABARI

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