lunes, septiembre 20, 2010

Copa Davis - ¿Por qué no se gana?: BOCAS FLOJAS, ACTITUD PERSONALISTA


Prendieron el ventilador. Lo pusieron en máxima velocidad y a correr… ¿Francia de la mano mágica de su coach Forget? No precisamente. Cuando parecía que mediaba la tranquilidad en el equipo argentino de Copa Davis, un nuevo foco de conflicto reapareció en la escena mediática. ¿Quién tiro la primera piedra? El héroe del tenis argentino. Ese jugador que todo país quiere tener. El que siente la camiseta como ningún otro. El que llora cuando en la presentación de la serie se entonan las primeras estrofas del himno nacional. Él. Simplemente, David. Pero no fue el único que se animó al litigio rocoso.

Nalbandian se siente el rey. El público, se lo hace sentir. Y el cordobés, se regodea. Es como chanco en su chiquero. Le gusta revolcarse en el fango, o sea convivir con situaciones extremas. Y siempre, o casi, sale airoso. Ya lo había demostrado en Estocolmo con su viaje relámpago. Por propia decisión, tomó su celular post peloteo en el Vilas Club y marcó el teléfono de Caio Rivera, el subcapitán argentino, al que conoce desde hace un buen tiempo. Emocionado y con ganas de jugar, en plena recuperación de su operación en la espalda, sentía que tenía bancar a su país en la Ensaladera. Se calzó la ropa de líder y fue clave en el doble con Zeballos y en el quinto punto que le dio la victoria al equipo de Tito por 3-2.

En Moscú, volvió a ponerse la capa de súper hombre. Venció a Robocop Davydenko en el primer punto y volvió a tener el capitulo final de la película: empatados en 2, Youzhny fue el malo que terminó rendido a sus pies. Otra vez, el Gran David se llevaba todos los flashes y las tapas de los diarios como el número 1. Incluso, lo catapultaron como más importante para la historia de la competencia que el mismísimo Guillermo Vilas.

Los medios aman a un tipo como Nalbandian. Efervescente en la victoria histórica o en la derrota que lo muestra tal cual es: alguien al que no le gusta perder a nada y sentirse menos que nadie. Cuidado, no está mal dejar ver ese costado. Lo que sí es erróneo es separarse del resto del equipo. No verlo en el banco, apoyando a su compañero Schwank en el 4º punto, no es digno de un líder como él. Igual que la actitud de sus otros compañeros, al llegar cuando finalizaba el primer set.


Sin excusas que valgan, ese es un error a corregir para Tito Vázquez. El capitán, hombre del tenis que tiene mil batallas sobre sus hombros, sabe moverse en su hábitat. Conoce cual es su lugar y el apoyo con el que cuenta. La dirigencia de la Asociación Argentina de Tenis lo designo, justamente, para aquietar lo que todos recuerdan como el gran bochorno que rodeó las finales en Mar del Plata. La política de la AAT fue elegirlo, sin consultar a los propios jugadores. Una jugada hábil, pero que no se ve completa por otras actitudes vacías de contenido por parte de la federación que regula el deporte en el país.

Las declaraciones del cordobés, luego de la caída ante Monfils, salpican el espíritu que debe reinar en un equipo. Claro, porque si al tenis se lo define, tal vez, como el más individual de los deportes, la Davis provoca ese cambio de mentalidad necesario en las disciplinas de conjunto, donde el todo es más que la suma de las partes. Nalbandian estuvo de acuerdo en que Mónaco jugase y así, los cuatro integrantes del equipo estén frescos para los tres días de actividad. David perdió y su calentura lo cegó. Tiró a la parrilla a Vázquez, sin pensar que Tito le devolvería la ofrenda con brasa caliente (escúchen un resumen en El reproductor). Hicieron lo que no hay que hacer. Escupieron a la prensa el malestar que se tienen, justo en el ámbito donde no se sienten como en su chiquero. Grave error.

David voló y ya está en Unquillo, mientras que Modesto, antes de partir de Francia, dejó la última muestra de lo que no se tiene que hacer: seguir tirándole nafta al fuego. ¿Qué será del 2011? Muy sencillo. El capitán no se bajará del barco, porque espera a Del Potro y un buen cuadro para pelear en casa por la Copa. Nalbandian hará lo propio y volverá a reverenciarse como el tenista que quiere lograr lo que ningún otro. Como Tito, ambos quieren llevar a la Argentina a ser campeones por primera vez. Pero después de la frustración en Lyon y pese a sus diferencias, dejaron algo en claro: comparten sus actitudes personalistas y la flojera de sus bocas.

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