martes, julio 07, 2009

Nota de Foto: BRILLARÁ...BRILLARÁ


¿Es el mejor de todos los tiempos? Que pregunta, ¿no? Con una mano en el corazón, a los que nos ha tocado estar presentes y poder ver este momento, como otros de los que participó este suizo iluminado, la respuesta saldría fácil y rápidamente de nuestras bocas. ¿No? No. Sí. Rotundo y claro SI. Y esa foto después de la consagración lo define todo. El deseo, el amor por el deporte, por la competitividad. Por ser el mejor. Tan simple como eso. Tan sencillo como suena al oído pero tan costoso con el peso de la historia de un deporte que ha dado a tipos muy grandes. Como el que está en esa imagen besando el trofeo que más le gusta sobre el césped que adora. Son ellos, Roger y Wimbledon, un amore incondicional.

El reloj oficial marca las 6.27 en la tarde del 5 de julio de 2009, mientras Federer da un salto, dos, alza el puño mirando a su gente y expulsa un alto “Yessssss” que ya es marca registrada. Su mirada se dirige instantáneamente al sector del box de jugadores. Ahí está Mirka, su mujer, que espera a su primogénito. Ese hombre es suizo, igual que el reloj que le da un efecto brillante al flash de esa foto única. Acaba de ganar la final de Wimbledon, el torneo de tenis más importante del mundo. Su sexto título en siete finales. Su campeonato más deseado y ganado un año después de aquel tie-break del 5º set contra Nadal que se cerró 9-7 en su contra.

Ese día, cuando muchos creían que el Imperio Federer se caía y el Reino de Rafa nacía, 365 días después, el mundo tomo el curso que nos tenía acostumbrado. Después de 46 semanas sin el Nº 1, el suizo tomó el control. 50 aces (equivalentes en puntos ganados a casi dos sets) bastaron para ganar un partido maratónico. Con 77 games, la final superó otro récord en finales de Grand Slam, por encima de los 71 de la definición del Abierto de Australia de 1927 (Gerald Patterson a John Hawkes). Pero, con 4h18m, duró media hora menos que los 62 games que disputaron Federer y Nadal el año pasado en el All England. El 5-7, 7-6 (8-6), 7-6 (7-5), 3-6 y 16-14 (los 30 games del quinto son un récord para una definición de un Grand Slam), sellaron y marcaron la historia viva del tenis moderno. Sin dudas.

Con la presencia de Rod Laver, Jimmy Connors (comentarista para la NBC), Manolo Santana, Ilie Nastase y Bjorn Borg, los grandes de este juego se sentaron para disfrutar y ser parte de esta historia en 2009. Todos saludaron a Sampras, que llegó sobre el inicio del partido con su esposa Brigitte Wilson, en esta competencia de rubias que los tenistas han hecho con sus mujeres tan bellas. ¿El americano esperaba un guiño del destino y que su compatriota extendiera su racha de 14 GS como la mejor de todos los tiempos? Esa sonrisa victoriosa en algún pasaje del juego lo demostraba. Pero cuando la definición se apretaba, la corbata turquesa se mimetizaba con la situación. Y el nudo derivó en el desenlace conocido.


Salto al cielo. A lo más alto del tenis mundial. 60 títulos en su historia, con 15 Grand Slams (6 Wimbledon, 5 US Open, 3 Australian Open y el Roland Garros impensado que llegó sin Rafa y ante el sorprendente Soderling) Otra vez como el 1. “No juego para batir récords, juego para dejar un legado, para ser un campeón, para ser un modelo”. Lo sos Roger. Y brillarás sin cesar…

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