¿Quién no quiere ganar la final de una Copa del Mundo? Ellos dieron todo. Pusieron todo lo que había que poner. Tuvieron un torneo perfecto hasta llegar a la definición frente a los locales. Atravesaron a los chilenos, estadounidenses, portugueses, italianos y brasileños. En el partido por el campeonato, España con todo el público a favor buscaba revalidar por tercera vez seguida el título. Y hubo un gran conjunto ese día. Pero a veces la historia no le da el guiño a quien merecía más. El deporte, y la vida, a veces tienen esas cosas…
Uso la 10. ¿El fantasista del plantel? De alguna manera verlo atajar parece una fantasía animada. Daniel Kennan, figura vital del seleccionado, se quedó con ese sin sabor de creer que estaban para ser campeones. Pero igual terminó contento la odisea mundialista. No sólo fue su primera experiencia, sino que sintió que el grupo se unió ante las adversidades que son una marca registrada (negativa) en nuestra estructura deportiva. Algo de lo que también hizo eco el líder de este grupo. El DT Martinazzo dejó de lado su tarea para ponerse el buzo y devolverle al hockey sobre patines en la Argentina lo que había perdido: la frescura. De la mano de José, los jugadores volvieron a ser libres dentro de la cancha. Se sintieron respaldados para tirar chiches y lujos. Les permitió volar y hacer lo que cada uno sabía.
La nuestra volvió a aparecer. Y aunque los españoles prevalecieron, sólo fue por el oportunismo. España fue campeón. Pero los diarios más importantes en la península ibérica nombraron a la celeste y blanca como el mejor equipo del mundial. Hace poco más de 15 años, un técnico de la NBA (Rudy Tomjanovich de los Houston Rockets) decía en la premiación de su equipo como el campeón de la liga que nunca hay que subestimar el corazón de un campeón. Quedó claro, ¿no?
Daniel Kennan, el arquero. José Martinazzo, el DT. Juntos en La Licuadora Deportiva. Reviví sus sensaciones de regreso en San Juan en el Reproductor.
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