miércoles, julio 07, 2010

Sudáfrica 2010 - ¿Se queda o se va?: SELECCIÓN A LA MARADONA


Destruido. Así está Diego Maradona, hoy. No hace falta hacer amigo íntimo o familiar cercano para conocer el sentimiento que debe pasarle por el corazón. Ese que ha sufrido los golpes de la vida. Ese que sólo a dejado de latir por unos segundos, pero que por las alegrías que le ha dado el fútbol, ha vivido feliz en muchos pasajes de su vida. Pero ahora no. Son momentos difíciles. Él estaba seguro que Argentina, su selección, podría haberse quedado hasta la última semana del torneo y así, jugar esos famosos siete partidos. Pero Alemania, la misma que hace horas se rindió ante el dominio español, lo bajó de un hondazo a la cruda realidad. La de un proceso que tuvo de todo, menos regularidad.

Este campeonato, nos ha demostrado que todavía, este deporte les deja un lugar reservado a quienes apuestan a los proyectos, basados en una idea y en los que se trabaja hasta lograr el cometido de quien dirige al plantel. Por algo, Holanda y España son los merecidos finalistas de Sudáfrica 2010. Por algo, Argentina se quedó en la puerta, una vez más.

Cuando Maradona tomaba el cargo bacante como técnico del seleccionado, el mundo sabía que esta sería su primera experiencia como entrenador en serio. Imposible incluir sus experiencias anteriores en Mandiyu de Corrientes o en Racing. Con una vida ordenada, después de haber sucumbido en el pasado, sentía que era su oportunidad de vestirse de celeste y blanco. Desde el comienzo, dejó su posición sobre lo que pretendía del equipo: una defensa sólida, con una línea de volantes encabezada por el capitán Mascherano y su coequiper, Fernando Gago. Con Messi infaltable, el puesto de 2º punta estaba en veremos. ¿Se acuerdan de Papa como lateral por izquierda y Juan Pablo Carrizo, su arquero, como el mismo pronunció? La victoria en el debut ante Escocia y en el segundo amistoso frente a Francia, le mostraba que el sistema que más le convenía era ese 4-4-2 inflexible. Si bien varío en algunos partidos para poner tres atacantes (por ejemplo en su debút oficial vs. Venezuela por las Eliminatorias, jugó con Messi-Tevez-Agüero), su equipo para el Mundial iba a tener ese esquema y varios intérpretes que sentían el apoyo del entrenador. Pero Diego, es Maradona. De su boca, una caja de Pandora dialéctica, todo puede salir. Desde una flor hasta un misil teledirigido, como aquellas palabras sobre el rendimiento de Riquelme, un anti código para el 10 Xeneize.

El Mascherano +10, su referencia sobre el porcentaje de jugadores que estarán contra Brasil (“el 88% de estos muchachos estará en Rosario”) y otras frases con su copyright, marcaron el termómetro de su estadía con el buzo de DT. “No me van a voltear”, repitió cuando su equipo se iba 0-1 del Defensores del Chaco en Paraguay, con la clasificación comprometida. Claro, ya habían pasado los seis puñales en el corazón de los argentinos, en La Paz. Pero todavía faltaba la obra de San Palermo ante Perú y una lluvia torrencial en River. Ese fue el preámbulo al "que la chu…" versión Centenario y una expresión que nos cambió la vida a todos: LTA (¿es necesario recordarles el significado?)

Tan convulsionado fueron los 591 días de Maradona en la Selección, que desde la llegada del plantel a Pretoria, el equipo pareció haber encontrado un oasis en medio del desierto. Ahora sí tendría el tiempo de trabajar en el campo. De darle su sello a la Argentina. Escuchó a los referentes, se encontró cara a cara con su figura, la Nº 1 del mundo del fútbol, para preguntarle que necesitaba. Y Messi fue claro. Le pidió que lo ayude a que lo ayuden. Le solicitó un esquema no tan conservador y más audaz. Con futbolistas que se la den redonda. Diego accedió. Después de analizarlo, se dio cuenta que ese era el fútbol que el quería, y no ese frío sistema táctico que le había dado resultado, por ejemplo, poco antes de la Copa en Munich y ante los alemanes. Así, apostó por un equipo con tres puntas, más Di María y Verón, o sea, cinco futbolistas de buen pie para repartirse el campo con los otros cinco, ocupados en tareas defensivas. A la mayoría, le sedujo la idea de Maradona. Hasta medios extranjeros agacharon su cabeza y le agradecían esa idea en un torneo donde los equipos que proponían algo, escasearon.

Pero como todo el proceso, tal vez ciclotímico por la cantidad de futbolistas convocados (más de 100) y sus cambios de parecer, Maradona se guió por su instinto de jugador. Ese que todavía, y por siempre, tendrá en su alma. Apuntó a la motivación y a la mística, parecida al camino de su equipo en México ’86. No bastó. Han pasado 24 años de esa conquista. Hoy, los jugadores son diferentes. Pretenden de su técnico, muestras de un personaje que les de algo más que una arenga con carteles o les cuente una anécdota de como él vivió lo que significa ser campeón del mundo. En la primera parada complicada, Argentina dejó ver su peor cara. Sin respuestas dentro y desde fuera, se fue con un doloroso 4-0 en contra y con su sueño hecho pedazos.

Este proceso se terminó. Tal vez, no el de Maradona. Como lo anunció el mismo Julio Grondona, él (por DM) es el único que tiene libertad para hacer lo que quiera. En el caso que se decida por continuar en el cargo, deberá replantearse lo que se llevó a cabo en todo este tiempo. En necesario jerarquizar el puesto, profesionalizar el proyecto de la selección para no caer en ilusiones vacías. Esas que se quiebran por un gol en contra en el arranque de un juego decisivo. No por la mala fortuna. Ya en su casa de Ezeiza, cerca al predio de AFA, donde transitó muchos de esos 591 días en su puesto, Maradona piensa si debe continuar. Si lo decide, esperemos que la Selección a la Maradona tenga ingredientes de otra calidad. Sino, la frustración de no ser será una imagen repetida.

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