miércoles, noviembre 01, 2006

PARA CLASES DE BAILE: 0800 - CHACHO

APERTURA 06: CAPITULO 13
Seguí bailando, seguí bailando que te vas a divertir, siguió bailando… Con 20.000 personas delirando y moviéndose sin parar, él, de paso curvado e descuajeringando, marco el camino del triunfo. Volver a su gran amor fue la premisa que siempre ha impuesto desde que se fue, en reiteradas ocasiones de su Rosario, casi natal. Y como aquella tarde calurosa de Noviembre del ´97, abrió la pista para que todos se sumaran a la Gran Fiesta Canalla.

Según los entendidos en la materia de batallas rosarinas, estos enfrentamientos son de vida o muerte. Sirven muchas veces para afirmar técnicos, otras para despedirse de ellos; también en su gran parte “salvan el año” para el que se lleve el trofeo más importante. Invisible pero real. Y en una tarde que parecía ser de clásicos goleadores (con antecedentes reciente de los 7 de Boca a San Lorenzo y del Pincha al Lobo), todo se provocó en una ráfaga de goles y buen juego.

Luego de haber develado esos misterios que en varias oportunidades se encierran en ellos mismo, la Lepra organizó su morada de manera fría y calculadora. En cambio, los Pipo Boys estaban sintiendo cosquillas internas: el Kily González esperaba este partido más que a nada desde que había decidido su vuelta del viejo continente (¡hasta le dijo que No a Boca!). Como cuando a la Cobra lo convencieron que viniese a Rosario, mientras firmaba su contrato por dos temporadas, le repetían sin parar: “Negro, mira que acá lo que importa es ganar el clásico”. Pero el que soñó desde su regreso en transformar el césped del Gigante en una pasarella llena de luces y bailar, al compás de la mejor orquesta, fue el Chacho, Eduardo Coudet.

Y no se notó la inactividad de casi dos meses sin entrar al campo. Las ganas y el sentimiento de jugar el partido de los sueños para todo futbolista que piso alguna vez un Central-Newell´s, fueron más. Sintió fuerte en el pecho su paso canalla por esas tierras. Vivió de manera peculiar cada choque contra los leprosos, vistiese cualquier camiseta, pero sabiendo que la azul y amarilla a rayas (no se confunda), rozaba y gozaba en la piel con cada conquista o victoria, porque más mínima que fue.

A uno se lo vio activo y al otro, pasivo. El local tuvo la iniciativa y el visitante tuvo quietud. Central fue una aplanadora en el primer tiempo, y Newell´s penó por su pobre capacidad de generar, al menos, un incentivo mayor que sólo jugar a la pelota. Con Wanchope y Marcos Rúben en la delantera, más las llegadas por sorpresa de Coudet y el Kily, el camino hacia la victoria final se vislumbró, fácilmente. Y con una acción básica en todo juego grupal: la triangulación basándose en la posesión del balón. Así, con el arma más poderosa creada por los altos estrategas, todo fue más práctico. Más vertical y menos horizontal, justo como le gusta a Marcelo Bielsa, uno de los últimos ídolos que generó el pasado rojinegro.

Y esa ráfaga de la que hablábamos se mostró sin atenuantes. Un 4-1 contundente y glorioso, demarcó una victoria casi irremontable para los de Pumpido. Pero como esto es deporte, es fútbol, todo puede pasar. Y sí nos podríamos haber esperado una remontada histórica, épica del visitante, también en estos días de asteriscos y violencia, los piedrasos y balas de goma sin sentido aplicadas por la Policía más famosa del interior del país (no hace falta más que investigar sobre las reiteradas emboscadas que los vestidos de azul provocan a la salida de los visitantes), le dieron ese sabor argentino, seco y de mal gusto, al clásico de la ciudad.

Y como va a ser recordado por la goleada de Central (la última había sido en 1997, 4-0), la confirmación de Rúben como un joven goleador que promete selección a futuro si sigue demostrando su destreza para evitar a los defensores, el regreso del nivel mostrado en sus mejores momentos en River de Garcé, comiéndose a la dupla paraguaya, y la participación clave de Elizondo para parar a los violentos, este duelo de conocidos tuvo a su máximo exponente. Ese que supo bailar a lo Mick Jagger. El profesor de baile.

El clásico con más empates en el fútbol local (68 sin ganadores) vivió la vuelta del Rey del Dancing. Ese que divierte a todos. A grandes y chicos. El que te hace sacar una sonrisa. Al que cualquier hincha de cualquier club lo quisiese tener entre sus jugadores predilectos. El que convirtió con su derroche de fútbol y sus malabarismos festejando el triunfo, el clásico rosarino en una fiebre de domingo por la tarde…
Lo que dejó el resto… La llama que llama llamó a Balvorín y le aviso que iba a ser el goleador para que los jujeños festejaran ante un Lanús que pensó más en el Pachuca.
Cuando Pavone hace un par de años se comía los goles bajo el arco, nadie pensaba que hoy es la gran figura que tiene uno de los punteros del torneo. El Pincha tuvo un enorme PT y aguanto al Torito para sumar su sexta victoria al hilo. En el Bajo Flores, mientras Zárate se convertía en él top scorer del campeonato, Vélez se dormía el un Malinga de nuca le ponía parda a la mejor. El sábado se cerró con otra suspensión: de 180 focos de iluminación en Banfield, sólo no funcionaban 15 ¿era para no jugarlos Campa?
Óbolo cumplió la ley del ex y no perdono a su Belgrano querido (que jugadón del Arse, que sigue ahí, expectante) En Santa Fe, Colón no pudo tener más mala suerte y el cervecero, más 7 y para GELP nació un nuevo hit: “Landa, Landa, levántate y anda”. Y para el que parecía el gran partido de la fecha, lo único que sirvió es para ver las voladas de Carrizo y Ustari y las quejas de Pasarella por el 0-0. Y en la Bombonera ¿Quién dijo que La Volpe es defensivo? Arrancó con 3 puntas y terminó pidiendo la hora ante un Argentinos que demostró porque debe quedarse en la A. Así y todo, es punta y le queda 1 ½ para escaparse de sus perseguidores.

Entramos en la recta final, donde los asteriscos desaparecerán y donde el que mejor juegue ¿ganará?

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