martes, marzo 04, 2008

EL SECUESTRO QUE CONMOVIÓ AL MUNDO


Vivían los cubanos tiempos de definición. La isla entera, pero La Habana más que el resto, era un hervidero conspirativo y a la vez campo para las más ácidas controversias. Había tomado fuerza un movimiento insurreccional que mediante grupos de acción y sabotaje diezmaba la tiranía de Fulgencio Batista, tanto en las montañas del oriente del país como en las ciudades. La represión policial aumentaba a tal punto que la atmósfera citadina resultaba prácticamente irrespirable. La muerte y la tortura por parte de las fuerzas gubernamentales se multiplicaban como nunca antes en la historia de la isla.

Cansados de la demagogia tradicional, una gran mayoría de cubanos apoyaba el Movimiento 26 de julio (M-26-7). Por idea propia del dictador Batista habían sido organizadas unas carreras de automóviles para el 24 de febrero. El propósito primordial consistía en proyectar una imagen de tranquilidad en el país y extenderla hacia la opinión pública internacional. La atracción principal sería Juan Manuel Fangio, quien gozaba de suma popularidad en muchas latitudes. Habría que añadir que Juan Manuel era figura renombrada en Cuba que, por ejemplo, entre los niños y adultos aquel que se destacase corriendo (así fuera en el béisbol, deporte nacional) era llamado "Fangio". O solía expresarse "éste se cree Fangio" cuando un conductor pasa guiando su carro a más velocidad de la debida. De modo que el tirano Batista y su séquito habían tomado sus precauciones y se aseguraban un show que, al menos, daría una sensación de seguridad y tranquilidad, la idea de que "aquí no está pasando nada"; al mismo tiempo, la población podría convertirse en anfitriona de uno de sus personajes admirados.

A las 8:45 de la noche del 23 de febrero de 1958, Juan Manuel Fangio y sus acompañantes transitaban lentamente por el vestíbulo del hotel Lincoln, donde se hallaban hospedados. Ignorante se hallaba el famoso piloto de que su presencia eran seguidos por los miembros del Movimiento 26 de Julio, que en la capital se hallaban bajo las órdenes de Faustino Pérez, destacado combatiente que luego del triunfo revolucionario ocuparía importantes cargos.
La figura de Fangio era también muy querida por ellos y el propósito era revertir los objetivos de la dictadura batistiana: lograr que la visita del argentino trajese frutos para el movimiento revolucionario en lugar de rendir dividendos al oprobioso gobierno que la había ideado.

De primer momento, tanto él como sus acompañantes pensaron que se trataba de una broma. Por más que los tres miembros del Movimiento 26 de Julio trataron de pasar inadvertidos, se creó un leve murmullo entre los presentes. Finalmente el corredor y sus acompañantes quedaron perplejos y, aun cuando Fangio pareció indeciso, posteriormente se sometió pacíficamente para seguir a sus captores, quienes se unirían con él al resto del comando que aguardaba afuera.

Después de una hora de recorrer la ciudad, y luego de haber pasado un control policíaco de rutina y cambiado dos veces de vehículo, el corredor argentino era llevado, por fin, al lugar donde permanecería secuestrado hasta después de la carrera. Entraron a una casa por la escalera de incendio; en una habitación había una mujer con un chico; en otra, un hombre herido. Poco tiempo después volvieron a buscarlo, subieron a otro automóvil, y lo llevaron a una nueva casa. En el traslado no le vendaron los ojos, por lo que pudo ver hasta el número de la casa. En el nuevo destino había mucha gente que festejaba el éxito del, operativo; algunos pedían autógrafos al campeón que, sin nada que temer, se atrevió a comentar que no había cenado.

De esa noche recordará, años más tarde, los infinitos pedidos de disculpa que recibió y la cena (papas fritas con huevo) que le preparó la dueña de casa. Al día siguiente, el domingo por la mañana, Faustino Pérez le acercó los diarios; conversaron, y Fangio le pidió que le avisaran a su familia, de lo que Pérez se encargó personal e inmediatamente.

A Fangio le explicaron con total sinceridad en que consistía el plan de su secuestro y cuales eran sus objetivos. Así se enteró el “Chueco” de importantes detalles de la operación. Había sido desplegado un máximo dispositivo encaminado no solo al secuestro en sí, sino también a garantizar la integridad física del piloto. Durante toda una jornada de pláticas, Juan Manuel Fangio se convencería de que, al menos, se hallaba en buenas manos.

Durante el cautiverio se realizó la carrera. Era televisada, pero el corredor rechazó la invitación a mirar: no podía resistir el ruido de los motores y no estar allí. La misma se suspendió por un gran accidente en la sexta vuelta. Un auto rompió el motor y el que venía detrás pisó el aceite y se despistó contra la gente. Murieron muchos espectadores. Las imágenes sacudieron al mundo, que aún estaba expectante por la suerte del Chueco.

El temor entre los secuestradores era que los hombres de Batista ubicaran a Fangio y lo mataran, para culpar al Movimiento 26 de Julio. El entonces representante del gobierno argentino en Cuba era Raúl Guevara Lynch, primo del "Che". A 27 horas de iniciado el secuestro se realizó la entrega en un edificio cercano al centro de La Habana ante el representante argentino.


La relación amistosa entre Fangio y los secuestradores se mantuvo. Al cumplirse 25 años del episodio, el Movimiento 26 de Julio le envió un mensaje de pronta recuperación, ya que el balcarceño había sido sometido a un quíntuple by-pass a cargo del doctor René Favaloro. En 1992, Arnold Rodríguez, uno de los responsables de aquel secuestro, visitó el Museo Fangio.

Actualmente, en la puerta del Hotel Lincoln, situado en el reparto (barrio) de El Vedado, en la ciudad de La Habana, una placa de bronce recuerda aquellos años: "En la noche del 23-2-58 en este mismo lugar fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Ello significó un duro golpe propagandístico contra la tiranía batistiana y un importante estímulo para las fuerzas revolucionarias". Pero el mundo, se paralizó por completo...

1957 - Nurburgring - La mejor carrera de la historia en la F1... y la ganó el Chueco

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