A un metro de la vida o la muerte...

¿Si el Ford de Hugo Fayanás hubiese pegado en el tren delantero o en el baúl, estaríamos hablando de sacar del Turismo Carretera al copiloto, de la seguridad en los autódromos, o de la impericia de algunos conductores en momentos extremos?

En el autódromo de Rafaela, la alegría se transformó en un silencio sostenido y doloroso. El Dodge conducido por Alberto Noya yace en la segunda chicana, destruido, y con los médicos tratando de hacer lo imposible para mantener con vida al piloto. A su lado, Gabriel Miller, sin signos vitales es llevado al hospital de urgencia.
“Horas antes del accidente, Noya estuvo hablando conmigo de diferentes cosas relacionadas a la puesta punto del auto”, nos dijo Marcos Di Palma cuando regresaba del circuito.

¿Fue una casualidad o el circuito más peligroso del país tuvo que ver?

Los hechos lamentables que se produjeron en el último mes (las muertes del doctor Rolandelli en el Gálvez y la de Masquere en el Turismo 4000 en Nueve de Julio) demuestran que esto fue una fatídica casualidad. “Hubo mala suerte, si el golpe hubiese sido un metro más atrás o uno más adelante estábamos hablando de otra situación diferente, pero el palo fue directo en la puerta”, pronunció la cansada voz del piloto de Arrecifes.

Ahora, entre el mal sabor de boca que deja este accidente y la posibilidad de cambios en la categoría, un signo positivo fue la unión de toda la categoría: “Me sorprendió que todos nos hayamos puesto de acuerdo, ya que siempre existen las presiones de la televisión y los sponsors. Es algo que me llenó de orgullo”.

Marcos fue concreto y deja, con sus palabras, la esperanza de ver una unidad total entre la dirigencia y los protagonistas, en busca de seguir mejorando. Una categoría que fue creciendo generación en generación, se merece dar el salto de calidad y terminar con las dualidades de critério a la hora de tomar decisiones.

¿Se podrá?