martes, septiembre 12, 2006

Con mucha pena y poca gloria

Si bien el Mundial de Hockey sobre césped masculino todavía no ha llegado a su final, si lo han hecho las ilusiones argentinas por repetir o mejorar su actuación con respecto al torneo de Kuala Lumpur 2002. En esa oportunidad, el seleccionado nacional había obtenido un meritorio sexto puesto.
Este año soñaba con mejorarlo, no sólo por lo que significaría a nivel deportivo, ya que los clasificaría para el próximo Champions Trophy y aseguraría una competencia anual internacional, sino también para mejorar la imagen de este equipo en crecimiento. La llegada de Sergio Vigil, hasta este momento, no aportó demasiado. Incluso, hizo tambalear la tranquilidad de este equipo, con desafecciones cuestionadas previo a esta cita y que serán aún más comentadas una vez finalizado el certamen.
Argentina llegaba a Monchengladbach con esperanzas de hacer un buen papel, ganar los encuentros accesibles y posicionarse para dar pelea entre el quinto y el octavo lugar. Ese era el objetivo concreto, conociendo sus deficiencias y aceptando su lugar en el hockey actual.
El inicio no fue de lo mejor, ya que en la derrota frente a Nueva Zelanda, Argentina no encontró su juego, nunca pudo salir del pozo ni levantarse en lo anímico, más allá de lo que significaba la pérdida de los tres puntos, vitales para sus aspiraciones. Después vendrían rivales más duros. La levantada espiritual para llevarse un empate valioso frente a España, la derrota previsible (aunque no menos dolorosa) ante Australia y la sorpresa, que invitaba a seguir soñando.
Con alma, corazón y mucha garra, los chicos argentinos salieron decididos a cumplir su cometido. Un excelente trabajo defensivo, tranquilidad en los momentos más calientes y una figura agigantada de Juan Manuel Vivaldi fueron claves para que de la mano de Mario Almada, en una gran jugada y Matías Vila, quien ejecutó el penal de manera formidable, Argentina obtuviera su primera victoria y mantuviera sus chances intactas. La ilusión duró poco. Ante Japón estaba la oportunidad de sobrepasar la actuación frente a Pakistán. Era el equipo más débil del grupo, que había caído en todas sus presentaciones y claramente la ocasión ideal para levantar vuelo.
Como a lo largo de todo el torneo, Argentina no tuvo protagonismo, volvió a cometer errores defensivos y terminó perdiendo a diez minutos del final. El seleccionado nacional comenzó con un planteo agresivo, con ganas de sentir el sabor dulce de la victoria nuevamente. Rápidamente perdió el control de la bocha y, sobre todo, la concentración y tranquilidad que había mostrado ayer. Con el uno a cero abajo, tardó en reaccionar. Necesitó una vez más de la figura de Vivaldi para recordar porqué estaba ahí y así pelear para irse al descanso con el triunfo parcial.

Esto duró muy poco. Se vino el empate en 2, la levantada de los chicos, empujados más por las ganas que por el juego y la victoria 3 a 2. De todos modos, era Japón el protagonista y quienes tenían todo en sus manos para definir el partido. Y así fue, sólo diez minutos los separaba de la gloria cuando se vino el empate en 3, la NO reacción argentina y cuando faltaba un minuto para que sonara la chicharra, Japón terminó con las ilusiones de pelear por el quinto puesto y los sentenció a jugar por el noveno lugar.
Ahora tan sólo queda esperar, el rival, el horario. Sin embargo, las ilusiones y el objetivo, así como este mundial, están terminadas para este grupo.
Argentina dejó más sombras que luces en su presentación mundialista. La próxima cita, que tendrá sabor a revancha, será en Beijing. Quizás antes, nunca se sabe. Igualmente duele y mucho, sobre todo porque estas chances sólo se dan una vez cada cuatro años.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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