Fue otra noche especial la del Luna. Este Luna Park, ya cansado pero no harto de recibir, una y otra velada del mejor boxeo internacional y con presencia argentina. Y como ha ocurrido en los últimos tiempos, el abanderado celeste y blanco fue, una vez más, Omar Narváez. El Huracán, este enorme y gigantesco campeón que tiene la Argentina.

El final del combate, echado en andas por su rincón para mostrar la cara de la victoria, lo decía todo. Era un marco de la lucha que había sufrido el chubutense, marcas producto de un rival que buscó sacar del juego al supercampeón mosca de la Organización Mundial de Boxeo. El nicaragüense Everth Briceño, con poco bagaje pugilístico, casi sin ideas arriba del ring salvo poner el cuerpo, ensuciar el combate, sufrió la rigurosidad técnico-táctica del argentino. Es que el chubutense se sintió cómodo en esta nueva categoría. Se lo vio suelto al no tener que exigirse para dar el peso y, lo que dejó como la mejor noticia post enfrentamiento fue que no sintió dolor en su maltrecha mano izquierda. Si bien no conectó buenas combinaciones en ataque, cuando lo hizo, perturbó a Briceño.

Esos cabezazos de su rival, no lo inquietaron. Ganó todos los rounds con justeza, pero ganó en fallo unánime. Con simpleza y sin el brillo de otras noches históricas. Pero venció. Una palabra que no falta en el manual de este zurdo de Trelew. Una vez más, una noche pletórica en el Luna. Una vez más fue el Luna de Narváez…

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