martes, diciembre 12, 2006

Milagros Inesperados 2

APERTURA 06: CAPITULO 19
No es la segunda parte de la novela de Stephen King. Tampoco la secuela de la película dirigida por Frank Darabont, que sacudió el mercado cinematográfico antes de finalizar el milenio pasado. Más que cosas de brujas, tendríamos que referirnos a un milagro consumado. A ver, sean sinceros y con una mano en el corazón, ¿quiénes creían que pasadas las 20 horas del domingo, los que iban a festejar serían los del Pincha? Entonces, dejando de lado los caminos de sal, las malarias, maleficios y el anti-bosterismo de un tal brujo (no el maya de túnica naranja), el poder de la credibilidad tuvo su explosión en la última fecha del torneo.

He aquí un don sobrenatural. No semejante al del enorme John Coffey, pero si que alcanzó los niveles de saneamiento que parecían inalcanzables en la historia de la definición. En un campeonato que había vivido de todo, desde lo que ha uno se le pudiese ocurrir o hasta imaginárselo en sus pensamientos, el Apertura 06 será inolvidable por muchas cosas. La violencia consecutiva, el derecho de admisión, las consecuentes no medidas tomadas por el ente regulador llamado AFA, el regreso del viejo Káiser, las peleas de poder entre los barras y las ventas de Higuaín y Gago a la Casa Blanca del fútbol moderno. Por supuesto, son algunos de los puntos (sumados a los ya clásicos asteriscos) que marcaron y en la mayoría de los casos, mancharon la pelota.

Pero como la fe es lo último que se pierde, llegamos a un final casi esclarecido. Después que la vuelta con zapatillas blanca y la cena en Córdoba se habían frustrado por el mal paso de unos piratas, los fuegos artificiales y la fiesta de clausura estaba a punto caramelo. Y aún más con el gol de Palermo, que lo envolvía al Xeneize con la bandera del Tri. Pero como ya estaba anunciado antes de la película, Cabrero firmaba el empate, pero no las esperanzas de apagarle las velas al campeón en la propia Bombonera, fortín casi impenetrable.

Del otro lado, la convocatoria de Simeone con el pueblo pincha para que la suma de las ilusiones surgieran efecto, fue emocionante. Un estadio que reventaba por los cuatro costados sabía que tenía en el campo de juego a un equipo que iba a dejar la vida por llegar a ese objetivo. Alcanzar la punta del torneo, la mayor cantidad de puntos en la historia de los torneos cortos para el club y porque no, sentir desde las tribunas buenas noticias desde La Boca.

Y hacia el final de la tarde, cuando en la pava quedaban los últimos vestigios de agua caliente y el sol se perdía en el horizonte luego de haber azotado con su fiereza, lo inesperado se hacía protagonista ardiente de un domingo que se suponía terminaría entre brisas. Las luces de los fuegos artificiales no aparecieron en el cielo oscuro de la Ribera. Los gritos, de aliento y de excitación gigante, retumbaron segundos después que la conquista de Pavone definía un duro duelo en la Plata y Elizondo pitaba el final de su carrera como árbitro, decretando la primera victoria Granate desde aquel gol de Clotet…

Y cuando el Bicampeón ya era Tricampeón, apareció en la vida de este enrarecido torneo, una nueva jugada. La partida final y el cuarto desempate en la historia del profesionalismo. ¿Y no se imaginan en las estadísticas quien fue el se llevó el título el los anteriores mano a mano? Tanto en 1932, 1951 y el Nacional 68, se consagró campeón el equipo que venía corriendo de atrás. Entonces, Estudiantes quiere ser como River, Racing y Vélez, respectivamente, en aquellos tiempos: dejar el traje de Clark Kent y vestirse de Superman para volar hacía lo más alto.

La Volpe no lo puede creer. El equipo que había tomado en la 7º fecha, en ese empate con los mendocinos y que pudo sobrepasar la derrota en el clásico, está viviendo su momento más extremo. Si bien para Boca esto no es una escena poco reconocida dado su largo currículum en finales domésticas e internacionales, parece que en esta oportunidad los jugadores de peso específico son los que tomaron la desición de demostrar el orgullo herido. Los continuos amagues de renuncia no hacen más que quitarle confianza a un hombre que quiere imponer una forma de juego válida, pero que hasta ahora no provocó (para nada) los resultados que el DT Xeneize esperaba.

El Cholo Simeone tampoco lo puede creer. Cuando tomó la elección de volver al país para retirarse con la camiseta que no pudo vestir en toda su carrera pero que la llevó siempre en su corazón, no imaginaba estar en esta situación: a un paso de ser campeón cuando hace menos un año estaba con la celeste y blanca a cuestas. La ingratitud de la institución de Avellaneda para con Diego fue inmerecida. Y la oportunidad del Pincha para Simeone tiene que ser celebrada por la apuesta de un trabajo confiable y a futuro, pero que puede dar frutos en un presente próximo.

El campeonato tiene el desenlace menos esperado y más anhelado por todos. La credibilidad, a veces, le gana a la falsedad. Después de tantas idas y vueltas, algo que marcó al fútbol nacional en estos meses, la Gran Final no se juega en Racing sino en Vélez. El cuestionado Giménez le dará su lugar a Sergio Pezzota, rosarino que será el encargado de impartir justicia dentro del campo de juego.

Los equipos dominantes estarán sobre el césped del Amalfitani. El que tuvo un arranque furioso y se desplomó al final, y el que empezó dubitativo y ganó 11 de los últimos 12 juegos. Las cartas están echadas. No hay secretos entre el ambiente. La finalísima llegó porque un milagro inesperado se repitió. Ahora, que gane el mejor…

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