jueves, junio 21, 2007

Yo soy el Rey, el Rey sigo siendo Yo…

Y el Rey de Copas está de vuelta. Y volvió al lugar que lo define de cuerpo entero. Porque Boca se transformó, desde el discurso de Carlos Bianchi (la época más gloriosa del club), en un equipo. Con todo lo que esa palabra significa en el deporte que acumula egos propios y ajenos. Un plantel que se presta a jugar ese tipo de partidos, ese tipo de definiciones, de momentos. Se mostró firme, demoledor y práctico, tres virtudes para destacar en tiempos donde el mundo del fútbol se cae a pedazos cuando sólo vale el resultado. Claro que al fin es lo más relevante, pero la forma de llegar también importa, y mucho…

Después de la despedida tumultuosa de Bigotón, la institución que más títulos tiene a nivel internacional en el mundo tomó la decisión de volver a la fuente que lo había llevado por el buen camino: Traer un técnico que tuviese como principal virtud la simpleza y el buen manejo de un vestuario ultra ganador. Miguel Russo dejó el Fortín de Liniers en un truque morboso de DT´s para imponer su ideología más que clara y con orígenes bien marcados en su rica historia platense. Y cuando menos lo esperaba y se desvanecía la posibilidad de jugar con el enganche que tanto quería, una luz en el fondo del túnel apareció en el alma xeneize.

Esa magia que se depositó en La Boca una vez más, inundo de poder a todo un equipo. A todo un plantel. Y explotó la revolución productiva. Si Boca se convirtió otra vez en el Rey de América, es porque Riquelme fue el Rey del fútbol. El N° 10, la insignia del líder, absorbió la presión, la hizo suya y acompañó con soltura los pasos ofensivos de una carrera que comenzó sin él en la Paz boliviana.

¿Pero quién dijo que las personas no pueden cambiar ni crecer? Es increíble como una persona puede madurar tantas veces en tan corto tiempo. Es sobresaliente ver a un futbolista derrochar tanto juego, fervor, liderazgo y encima, aportar una cuota goleadora que lo impuso como el pichichi de la Copa para el Campeón. Juan Roman es uno de los pocos (sino el único) que mientras ataca con la pelota en sus pies, sabe que esta pasando a sus espaldas. Tiene esa visión periférica futbolera que lo convierte en diferente. Lo eleva a un rotulo supremo que sigue sumando adeptos y que provoca el silencio de los detractores más fuertes.

Si bien este plantel va mutando según pasan los años, se ha creado una mística impenetrable. Una estirpe copera que ya ni los eruditos en el tema del ¿por qué de las cosas? pueden analizar. Pasan y seguirán pasando mientras se mantenga esta camada llena de éxitos y logros. Desde los Mouzo, los Mastrángelo, siguiendo por los Córdoba, Bermúdez, el goleador ya histórico Palermo, más la aparición de los Ibarra, Tevez, Battaglia y los nuevos que tomaron el cetro ganador, este Boca suma motivos para continuar marcando la historia del fútbol continental y mundial.
Esa columna vertebral que forjó el hombre de sonrisa Kolynos (Caranta, la pareja de centrales Morel-Cata Díaz, Ledesma y la dupla Palacio-Palermo), se le sumó actuaciones individuales que sobresalieron en diferentes momentos. Luego de sobrepasar el grupo más difícil de la Libertadores (no por el nivel de los rivales sino por la geografía del grupo), se venció a un rival del mismo país, con todo lo que ese tipo de enfrentamientos atrae. Fuera Vélez, para muchos llegaba el cuco del torneo. Libertad fue tan inteligente en la Bombonera como frágil y tímido en Asunción, llevándose un triunfo que para muchos fue el que definió la copa.
Y ante la cenicienta colombiana se dio un hecho que será recordado por todos: luego del 1-3 en Cúcuta, la niebla se apareció por Buenos Aires y, de verdad, no se veía nada. Pero otra vez de local el campeón hizo sentir el rigor. Pero faltaba lo mejor, y otra vez contra los brasileros Boca desnudo su calidad y sentido para jugar una final. Golpeó en los momentos clave en la Bombonera y en Porto Alegre, ante gritos, bombas y una “operación miedosa” por parte de Gremio, Riquelme le puso la firma a su libro de poemas con la pelota.

Con fútbol y con historia. Con brillantez y sacrificio. Con la magia de un Riquelme que recuperó la alegría por estar en su casa. Con Russo que manejo los hilos de un equipo que acostumbro a su hinchas, a sus rivales y a todo el mundo que el Rey esta de regreso. Otra vez se llevó la Copa Libertadores de América. El Rey sigue siendo Boca. Y la historia, parece continuar…

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