

Después de haber pasado con poco éxito por nuestra Liga (se fue sin ser campeón y elegido mejor debutante de la temporada 95-96 con Andino de La Rioja), pero si reconocido por unos pocos como el hombre que iba a traer los vientos de grandeza al país, llegó a Europa sabiendo que su paso por el viejo continente tenía varios ingredientes relevantes. Su primera experiencia fue en el Reggio Calabria, donde en su primera temporada subió al equipo a la famosa Lega. Por sus condiciones, el poderoso Kinder lo convoco para ganar el triplete en 2001: Liga, Copa Italia y Euroliga. Como figura, claro. Siendo la primera opción en ataque y clave por la envergadura de sus brazos en defensa para robar balones.

Si hay algo que desataca a Manu y lo hace grande y una marca en la historia ya conocida es su “odio a perder”. Por supuesto, en el sentido más franco y puro de este sentimiento. Como su ídolo Jordan, del cual no se perdía ningún partido y trataba de tener y aprender de las imágenes donde lo veía volar en la cancha, es difícil (diría imposible) encontrar dos partidos consecutivos en los que la actuación haya sido poco feliz. Justamente eso lo convierte en un vencedor nato. Y sino miren el cuarto partido de las Finales contra Cleveland, un claro ejemplo de la sed de revancha de un jugador que quiere ganar en todos los ámbitos de la vida. Luego de meter sólo tres puntos aunque de mucho valor porque sentenció el triunfo Spurs, fue el goleador del juego que le dio a San Antonio su cuarta corona.
Todos lo dicen. Sus compañeros y su técnico Popovich lo define de cuerpo entero: “es el jugador más competitivo que vi en 30 años”. Ese es Emanuel Ginóbili, el que tiene mucho dinero, pero mucha más grandeza, deportiva y personal. Son esos personajes que todos quieren. Sino, pregúntenles a las casas de deportes desde la Quiaca hasta Ushuaia, cuantas camisetas blancas o negras vendieron con el Nº 20 en la espalda.

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