
Tras largar quinto, no tardó en colocarse segundo en el camino, detrás de Dante Emiliozzi, y primero por tiempo. La ventaja de 1m46s se redujo a 7s y el barro, producto de la fuerte lluvia que había caído, empezaba a secarse. Esta situación favorecía a Emiliozzi que tenía un Ford más veloz. Esto Juan Gálvez lo sabía, por lo que llevaba su intensidad en la carrera al máximo.

Este ídolo del Turismo Carretera y del automovilismo nacional, nació en Capital Federal el 14 de febrero de 1916 y se crió en el taller de su padre, en Avenida San Martín y Galicia del barrio de La Paternal. Comenzó a correr como acompañante de su hermano mayor, Oscar Alfredo, en el año 1938 y luego del choque que se dieron en el Gran Premio del Sur, en Perú, en 1940; se animó a correr como piloto en las Mil Millas de 1941. En esa carrera Juan ocupó el segundo lugar detrás de Juan Manuel Fangio.

En 1949 lograba su primer triunfo, en el Gran Premio de la República. En el TC consiguió 56 carreras de las 144 que corrió y ganó 5 grandes premios de los 16 en los que participó. Además, fue campeón en 9 oportunidades; del ´49 al ´52, del ´55 al ´58 y el campeonato del ´60. Tanto el récord de carreras ganadas como de campeonatos obtenidos todavía no fueron superados en toda la historia del TC.
En 1960, Juan Gálvez fue elegido primer presidente de la Asociación de Corredores de Turismo Carretera (ACTC), que era recién creada, pero rechazó el cargo expresando que “no estaba capacitado para desempeñar tan alto cargo”.
Además, corrió en otras categorías consiguiendo un total de 109 victorias. Con su hermano Oscar se repartieron 14 títulos y se convirtieron en ídolos de la mayoría de los aficionados del automovilismo. Su último triunfo fue en 1962, en la vuelta de Laboulaye, provincia de Córdoba.
Eran épocas de sus últimos años en el automovilismo ya que llegó al día de la tragedia con 47 años. Su acompañante, Raúl Cottet, que sobrevivió al accidente, contó luego que cuando encararon la S venían a unos 160 km/h. Gálvez trató de colocar la segunda marcha pero la caja no respondió. Cuando volvió a poner la tercera el coche ya no tenía tracción y se fue de trompa.
La carrera siguió y el triunfo fue para Emiliozzi. Pero ya nada más importaba porque un ícono del automovilismo argentino dejaba de existir.
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