Con una mano en el corazón. Esta es una prueba sencilla. Ese pelotazo tremendo, que se clavó en el ángulo, ¿no fue el gol que más gritaron en lo que va del Mundial? Por muchos factores, el showman de este juego por octavos de final, fue Carlos Tevez. Ese mismo que dio sus primeros pasos en la selección argentina, de bien chico. Con sólo 15 años, su piel ya había probado la celeste y blanca. Y, al parecer, fue una conexión directa. Un amor mutuo que ha tenido celebraciones varias, de todo tipo. Es que este gran futbolista, admirado por todos en una liga tan compleja como la inglesa, jugó para la selección en todas las categorías menores. Forjó su propio camino, desde la lucha y su fútbol, lleno de ese potrero, que cada vez menos vemos en el país.

Ese chico que creció en el Fuerte, que jugaba por plata para ayudar a su viejo a llevar el pan a casa, tuvo su partido consagratorio en la selección. Ya había tenido un pico goleador en los Juegos Olímpicos de Atenas, en 2004, siendo clave para la medalla dorada. Justamente, Marcelo Bielsa fue el que le dio la oportunidad de debutar con la mayor, en los comienzos de ese mismo año. Él, ese técnico que siempre tiempo en su vocabulario, en su pensamiento, una palabra justa y exacta, lo catapultó como el jugador en el que el pueblo, se ve reflejado. Porque Carlitos, luchó con medios nobles para alcanzar la victoria personal de ser quien es hoy, uno de los mejores del mundo en este deporte. Esa historia, que bien podría ser guión para una película tan interesante como la de Palermo, tuvo un capítulo imperdible de ver en el Soccer City.
Fue oportuno Tevez. Fue decisivo, por sus conquistas y por su pelea constante. La misma que, muchas veces, lo hizo pensar más en confrontar que en hacer lo que mejor sabe: jugar a la pelota. En la noche previa, el mismo lo comentó, Maradona le pidió algo simple y concreto. “Te quiero como delantero mañana, pensá en el arco de enfrente…” Un resumen que Apache, tomó al pie de la letra. Fue punzante y se libró de ayudar a los volantes para desplegar todo su fútbol en la delantera. Así, vino el primer gol del partido. Apretó a los centrales de México y, tras en pase de Messi, no alcanzó a tocarle la pelota al arquero Pérez. Pero en la segunda jugada, se dio cuenta que el toque del 10 por sobre la humanidad del 1 mexicano, no tenía destino de red. Metió su cabeza (adelantada) y se fue corriendo a festejar su conquista. Abrió el juego con su olfato, una de sus virtudes.

Protagonista de amoríos veraniegos, participante de comerciales televisivos (con baile incluido), tal vez es por ello que Carlos Tevez trasciende a la figura del futbolista cotidiano. ¿A quien no le gusta ver la sobriedad de Messi y su cara de bonachón? A muchos. Pero, abusando de su generosidad como en el comienzo y con una mano en el motor corporal, ¿a quien no le gusta ver esa sonrisa grandiosa y ese espíritu contento de potrero argentino? A todos. Eso es Carlitos Tevez. Como dirían los chicos, un grosso.

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